Siento que siempre he corrido. Siempre he sentido que hay “mucho que hacer” y la presión de que se me acumulen las “obligaciones” me empuja a correr aún más.
He absorbido el ritmo acelerado de nuestra sociedad, creyendo que el éxito viene de ser muy productiva. A menudo: sin freno, con inmediatez, y con prisas.
Pensando que “si hago un poco más, estaré tranquila”. Pero la lista de “cosas que hacer” se va extendiendo, y por mucho que “haga” nunca me “libero” de todo. Es una lucha constante; un bucle de insatisfacción en que nunca consigo llegar al estado de paz que persigo. Porque así es la vida: nunca está todo “hecho”.
Pero, ¿porqué nos cuesta tanto parar y descansar?
Por miedo.
Miedo a quedarnos atrás.
Miedo a no conseguir el “éxito” deseado.
Miedo a no recibir halagos por nuestros logros.
Miedo a no “ser suficiente” si no “hacemos suficiente”.
Miedo a “gastar” el tiempo.
Miedo a perder el control.
Miedo a estar en silencio y sentir nuestras emociones.
Y es que es más fácil estar “ocupados” con cosas que hacer que ocuparnos de nosotros mismos.
Porque descansar es justamente eso: ocuparnos de ese espacio interior que tanto ignoramos cuando estamos en un modo de “acción” sin pausa. Tapamos nuestras incomodidades, ansiedades y dolor con el “hacer” constante. Y así, poco a poco, vamos huyendo de nosotros mismos y nos anestesiamos de nuestra realidad interior.
Curiosamente, la palabra japonesa para describir el estar “ocupado” son dos palabras que se traducen al castellano como “corazón” y “muerte”. Me parecen bastante acertados estos términos porque el estar siempre ocupados, sin descanso lentamente va “matando el corazón”, desconectándonos de nuestra esencia.
Y, tu, ¿te das permiso para des-ocuparte y descansar?
Cuando descansas no “haces” nada. Ni tele. Ni móvil. Ni podcasts. Sin distracciones.
Cuando descansas te detines a observar lo que es en este momento.
Cuando descansas te relajas lo suficiente para sintonizarte con tu interior y renovarte.
Te concedes un cita contigo para conocernos más.
Parar para dejar que la vida te atraviese – y que te des cuenta.
Parar para volver a ti – y sentirte.